Hay un tiempo para cada cosa, y un momento para hacerla bajo el cielo.
Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo par aplantar y tiempo para arrancar lo plantado.
Un tiempo para dar muerte, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir y un tiempo para construir.
Un tiempo para llorar y otro para reír; un tiempo para los lamentos, y otro para las danzas.
Un tiempo para lanzar piedras y otro para recogerlas; un tiempo para abrazar, y otro para abstenerse de hacerlo.
Un tiempo para perder; un tiempo para guardar y otro para tirar fuera.
Un tiempo para rasgar, y otro para coser; un tiempo para callarse y otro para hablar.
Un tiempo para amar, y otro para odiar; un tiempo para la guerra y otro para la paz.
Finalmente, ¿que le queda al hombre de todos sus afanes?
Me puse a considerar los varios centros de interés que Dios presenta a los hombres, y noté lo siguiente.
Él hace que cada cosa llegue a su tiempo, pero también invita a mirar el conjunto. Y nosotros no somos capaces de descubrir el sentido global de la obra de Dios desde el comienzo hasta el fin.
Comprendo que para el hombre el único bien es gozar la vida y tener el bienestar. Que uno coma y beba y goce de felicidad, eso es un don de Dios.
Yo sé que Dios actúa con miras a toda la duración del tiempo; a esto nada se le puede agregar ni quitar; y Dios hace que le tengan respeto. Ya fue lo que es, y lo que será ya fue; y Dios recupera lo que se ha ido.
Seguí reflexionando sobre lo que sucede bajo el sol: en el lugar del derecho, está mal; en el lugar de la justicia, está la maldad. Pensé: “Dios juzgará al justo y al criminal, porque hay un tiempo para cada cosa, y Dios juzgará las obras de cada uno.”
También pensé lo siguiente acerca del destino del hombre: “Dios les hace ver claramente que no son más que animales. De hecho el destino del hombre y el del animal es el mismo; muere el uno y el otro también: los dos tienen la misma alma; la superioridad del hombre sobre el animal es nula; pues todos pasan como el viento. Todo va al mismo lugar, todo proviene del polvo y volverá al polvo.
¿Quien sabe si el alma del hombre sube arriba y la deltas bestias baja hacia la tierra? Comprobé que lo mejor para el hombre es gozar de sus obras, porque esa es la condición humana. ¿Quién le dará a conocer lo que pasará después?”
SALOMÓN
Eclesiastés 3:1-21 (fragmento)
Eclesiastés 3:1-21 (fragmento)
Por: Fernando Moctezuma